EL TRABAJO DEL LLANERO




Las vaquerías se realizaban en dos épocas del año, a las entradas de agua y a las salidas de agua, es decir, las primeras eran entre mayo y junio (a veces julio) en ocasiones trabajando con el agua a la coraza; y las segundas entre diciembre y enero ya terminando el invierno. Para salir a esas faenas había que ser “llanero completo” de sobrada experiencia o por lo menos de mucho ímpetu y coraje, con mucha astucia y creatividad para resolver los inconvenientes que podían presentarse; gracias a Dios, la sabana era más que una universidad para los nacidos en el llano. Crecer entre mastrantos, samanes, vacadas, atajos de yeguas, garzas y gabanes hacía al vaquero genuino parte del paisaje llanero, lo convertía en una extensión de la naturaleza del llano, lo transformaba en un órgano vital de la llanura y lo contrataba como guardián celoso de la inmensidad.